Por si a alguien se le ha olvidado: CA = corriente alterna. CC = corriente continua. La red eléctrica convencional suministra siempre CA, ya que esta puede recorrer largas distancias sin sufrir importantes pérdidas de energía. Pero una batería (como la de un vehículo eléctrico) no puede almacenar energía de este tipo, así que hay que transformarla en CC.
La corriente continua sale de las baterías en una sola dirección para alimentar los componentes electrónicos cuando se necesita. Básicamente, este tipo de energía es la que permite apagar un vehículo eléctrico, encenderlo un par de días después y poder circular con él para ir de tiendas.
Según el método que utilices para cargar tu vehículo eléctrico, la conversión a CC se realiza a través del conector de carga o del sistema de a bordo del vehículo. Aunque ambos métodos de conversión son automáticos, tendrás que tener en cuenta la capacidad del sistema de a bordo de tu vehículo eléctrico (por ejemplo, 11 kW), ya que esto influye en la velocidad de carga de los conectores de CA. Entonces, ¿por qué existen cargadores de CC si un vehículo eléctrico puede convertir la energía por sí solo?
Todo gira en torno a la velocidad.
Podríamos decir que el sistema de a bordo de un vehículo eléctrico es como un intermediario; si nos deshacemos del intermediario, no hay nada que nos impida disfrutar de una carga superrápida.
Sin embargo, la carga mediante CC es un proceso mucho más complicado y costoso que la carga mediante CA. Una estación de carga de CC consume de media unos 50 kW (más del doble de la potencia media que consume una estación de CA); por lo tanto, el consumo eléctrico es mucho mayor. Más potencia = más coste.
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