Ya hemos hablado de las bajas temperaturas. ¿Qué otros factores podrían suponer reducción de la carga?
La velocidad a la que conduzcas. Las aceleraciones bruscas y las altas velocidades agotan la carga de la batería con mayor rapidez (al igual que supondría mayor consumo de combustible). Así que, salvo que vayas a participar en un Gran Premio de F1, cuando más moderes la velocidad, más lejos llegarás.
Las funciones del interior del vehículo también pueden afectar al rendimiento. La radio, las luces y los limpiaparabrisas tienen un efecto mínimo o nulo en el rendimiento de la batería, mientras que el aire acondicionado y la calefacción sí que pueden suponer un efecto notable. Y es por ello que, salvo que quieras que tu coche sea Sevilla en verano o la Siberia más recóndita, recomendamos que elijas la temperatura precisa mientras lo tengas enchufado a un cargador.
El peso. No es nuestra intención juzgar a nadie (muchos de nosotros seguimos teniendo esos kilitos de más de las Navidades de hace 4 años), pero, cuanto más pese tu coche, más energía necesita para moverse. Por suerte, salvo que transportes un peso anómalamente alto, no deberías notarlo excesivamente en la carga de la batería.
La antigüedad de la batería. Es cierto: al igual que en la mayoría de las baterías recargables, el rendimiento disminuye con el paso tiempo, pero no se puede comparar la batería de un vehículo eléctrico con la batería de un teléfono móvil. Las baterías de los vehículos eléctricos son resistentes y los fabricantes de automóviles están dispuestos a cubrirlas en garantía, normalmente durante unos ocho años o 160.000 km. Y, para mayor tranquilidad, los estudios han demostrado que, a medida que avanza la tecnología, cada vez más vehículos eléctricos superan el lapso de garantía de 8 años. ¡Un brindis por ello!
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